Copywriting / Storytelling

¿Qué es el STORYTELLING?

¿A quién no le gusta una buena historia?

Las mejores campañas publicitarias recurren a buenas historias vinculadas a sus marcas de una u otra manera para conseguir un mayor impacto emocional sobre el público y potencial cliente porque, sin duda alguna, detrás de una marca de éxito o de una celebridad, subyacen muchas experiencias e historias que son las que le aportan todo su valor, centrando en las emociones el alma y el corazón de todo negocio o trayectoria. Hablamos en este caso de una BRAND STORY, y más que un relato, es una suerte de leyenda narrada que se transmite y que va adquiriendo más valor a medida que se difunde, pasando a formar parte de la historia de un colectivo, porque conectar emocionalmente con la gente que aún no te conoce pone en valor la marca –lo intangible– focalizando toda la atención en la experiencia vinculada a ella y afianzando, por lo tanto, su identidad.

Y de eso se trata: de contar historias, pero no de cualquier manera.

Mediante un STORYTELLING se establecen complicidades entre las personas. Aporta significado y sentido a un producto, a una persona, a una empresa o a una marca (BRAND STORY). Construir una marca no es sólo cuestión de presupuesto, sino de sensibilidad. Se trata de contar historias con trascendencia y eso es algo mucho más ambicioso que un simple encadenamiento de sucesos. 

Valiéndonos de redes sociales, siempre las más adecuadas al tipo de producto que buscamos potenciar, vamos a ir contando una historia, o muchas pequeñas historias que, página a página, crearán un engagement con los potenciales usuarios y seguidores. Porque detrás de una marca, y en las propias redes, hay personas que experimentan diferentes emociones, que pasan por distintas facetas de su vida, que viven por primera vez momentos intensos, de alegría, tristeza o armonía. Lo importante es que todos esos momentos, al poder ser compartidos, van a tener mucha repercusión. La conexión emocional con las personas dispara el valor de la marca, del producto, del equipo o de la empresa. Decidimos, mayoritariamente, en base a cómo nos sentimos a partir de la experiencia vivida, y pese a que es innegable el peso del componente racional –más fácil de identificar y cuantificar– pertenece al territorio de las emociones todo aquello que vectoriza una determinación, un impulso.

Poder conseguir un buen engagement (compromiso) con el espectador es algo complicado que requiere contar con la habilidad para hacer que toda la estrategia se centre en él, proporcionándole una razón por la que un producto merece entrar a formar parte de su vida. Pero además de una razón de peso —que es el fondo de esa conexión— es preciso vestir esa razón con un estilo con el que el espectador empatice o se identifique.

Y una vez clara la táctica, elaboramos una historia a través de cuyo hilo vamos a conectar con las personas. No hablamos de una historia cualquiera. Ahora toca hablar de un imaginario creado hilvanando impactos sensoriales, un relato testimonial o fantástico, vivido o soñado, pero siempre alegórico de todo aquello que una marca o una persona quiere o debe transmitir.

Porque conocemos la historia a través de historias que reflejan diferentes puntos de vista, y esas historias están salpicadas de emociones, percepciones y sentimientos encontrados e incertidumbres que no siempre desean ser esclarecidas, y que se convierten, por tanto, en leyendas.