José Luis Ceña. La ventana 

La nueva figuración

La Nueva Figuración

En torno a la década de los 50, y como abrupta reacción a la tan siempre cuestionada significación del arte abstracto –imperante durante los años 40 a 50–, en el seno de diferentes colectivos profesionales fueron alimentándose polémicas de todo tipo en torno al interés de la abstracción y la defensa del realismo que en algunos casos derivaron en profundas e incluso violentas radicalizaciones por parte de ambos bandos. Simultáneamente a este hostil clima de insensibilidad y menosprecio de unos y otros, brotaban interesantes vanguardias artísticas de carácter conciliador que de modo contundente eclipsaban fanatismos y arrogancias con una puesta en escena capaz de maridar con habilidad y belleza elementos abstractos y realistas. Era éste el inicio de lo que ya empezaba a identificarse como nueva figuración y, con ella, tanto la luz como el color recobraban todo su esplendor en una casi obsesiva búsqueda de dinamismo y expresión que transformara la realidad, a veces con delicados matices poéticos, si bien valiéndose de técnicas propias del informalismo. Esta corriente tuvo gran repercusión hasta el punto de que fue poco a poco instaurándose en las escuelas y universidades, erigiéndose con fuerza como interesante forma de expresión de inconformismo y rebeldía ante el dogmatismo del abstraccionismo geométrico o la obstinación de quienes tan sólo contemplaban el realismo como válida fuente de expresión plástica. Aunque tuvo sus variantes a lo largo de su evolución, el movimiento mantenía la voluntad de transgresión y búsqueda de nuevos prototipos, lo cual se tradujo en una profusa efervescencia creativa, con propuestas tan variadas como personales que de un modo global inundaron los escenarios artísticos del momento.

Respaldándose en una renovada libertad expresiva, los neofigurativos plasmaban la realidad rodeada de toda su crudeza y dramatismo, una forma de hacer que queda fielmente representada por Francis Bacon (1909-92), autor de una obra orgánica de gran fiereza y fuertes connotaciones surrealistas, forzando a posar la mirada en el paisaje interior del ser humano, en el estado de su alma o por Lucian Freud (1922-2011) una de las figuras más representativas de la pintura figurativa inglesa y de la Escuela de Londres. Centrada en el retorno a lo cotidiano, la realidad era representada libre de toda ambigüedad, avanzando hacia una mayor neutralidad de miras que, en España, alcanzó gran presencia y prestigio hasta más o menos el año 1965, cuando dio paso a una tendencia figurativa procedente de París y bautizada con el nombre de figuración narrativa. En pleno apogeo del arte pop, un grupo de artistas parisinos (aunque no todos franceses) deciden apostar por la anécdota, por el tema, y valerse para ello de una mirada crítica y valerosa. A diferencia del arte pop, no se apropian de la imagen: la narran. La Escuela de Londres, en Gran Bretaña,

Por aquellas mismas épocas, las llamadas transvanguardias italianas parecían conformarse como un impactante movimiento de reivindicación de la figuración, y si bien no estuvieron vigentes más que a lo largo de una década, fueron cruciales dentro del contexto del retorno a la figuración en Europa puesto que glorificaban los valores pictóricos tradicionales.

En la pintura figurativa del siglo XXI sigue existiendo gran preocupación por el concepto, que siempre debe traspasar el soporte, el cual queda de este modo supeditado al mensaje de cada obra. Y con ello no rompo una lanza en favor del arte conceptual como categoría, dado que, en esencia, no existe obra que carezca de concepto, y si la hubiera, sería digna de estudio y consideración por su rareza. El arte figurativo, en cualquiera de sus variadísimas formas de expresión, crea mayores y mejores vínculos con el público, al ofrecer una lectura mucho más accesible por lo reconocible de su forma, algo que creo necesario tras el azote que ha representado la difícil digestión de «lo mera y puramente conceptual» y el consiguiente descrédito popular que el arte contemporáneo ha venido padeciendo a lo largo de los últimos años del siglo XX.