Un oficio entre bambalinas: el corrector
La corrección ortotipográfica detecta y corrige errores gramaticales y tipográficos: acentuación, puntuación, sintaxis o correcto uso de todo tipo de signo ortográfico.
La corrección de estilo es una depuración estilística que busca mejorar la estructura y que aporta cohesión y claridad a los textos. Aunque para desventura de nuestra sociedad son muchos los medios periodísticos que han prescindido de su corrector de estilo, es precisamente en tiempos como los actuales, en que la mayor parte de los textos se redactan deprisa o son corregidos por un dispositivo digital, cuando el discreto pero crucial trabajo del corrector resulta más necesario. Tan solo hace falta echar un vistazo a las redes o a la mayoría de plataformas informativas digitales. Están a rebosar de incorrecciones, tanto ortográficas como semánticas. Un texto literario puede necesitar distintos niveles de intervención por parte del corrector atendiendo a su naturaleza (si estamos ante un escrito científico-técnico o literario), género (novela, ensayo, cuento, etc...) o el tipo de público al que va dirigido.
Es impresionante comprobar las grandes diferencias observables en un mismo texto antes y después de la mirada crítica de un experimentado corrector de estilo y tipográfico. El trabajo del corrector no se limita a la ortografía o a detectar posibles errores en el léxico, sino que también presta atención a la construcción de las frases con el objeto de que éstas sean coherentes y consigan el objetivo para el que han sido creadas. Su orientación y consejo es de suma importancia porque aporta un segundo punto de vista —muy experimentado– y detecta errores que el autor no ha percibido.