LLEI D'ART 14

Tras la Guerra de los Cien Años, los soberanos fran- ceses, acostumbrados a residir a cierta distancia de París, siguen prefirien- do el Valle del Loire para vivir, dejandose caer por la capital de modo pun- tual. Pero esta situación cambia con Francisco I de Francia quien decide fijar su residencia en Pa- rís, decorando el palacio a su gusto y sometiéndolo a varias reconstrucciones. Su principal aportación fue la de adaptar las for- mas antiguas (como las columnas corintias de la fachada) a los gustosmás modernos (grandes ventanales y altos techados). Tras lamuer- te accidental de Enrique II –cuarto hijo de Francisco I– en un torneo, sumujer, Catalina deMédicis, tomó la importante de- cisión de adquirir unos terrenos colindantes donde había unos viveros y una pequeña fábrica de tejas. Su intención era la de crear un gran jardín y un palacete desde el que poder disfru- tarlo. Aunqueenunprincipio fueconcebidoparamantener una cierta independencia del Louvre, ambos quedaron vinculados poco después, quedando Les Tuileries convertidas en una re- sidencia de recreo rodeada de jardines. Para conectar ambos edificios, seconstruyóuna impresionantegaleríadecasimedio kilómetro de longitud en cuyos bajos se ubicaban las caballe- rizas, la imprenta real, un taller de acuñación de monedas y, lomás curioso, alojamientos paramuchos artistas protegidos por el rey. El reinado de Luis XIV marcó una nueva etapa en la historia del Louvre y de las Tuileries, no tanto por el escaso interés que el rey tenía para con sus diferentes residencias, sino por el magnífico trabajo de embellecimiento llevado a cabo por su ministro Colbert, su arquitecto Louis Le Vau y uno de sus pintores:CharlesLeBrun,bajocuyadirección todaunaarmada de pintores y escultores se encargaron –en un tiempo record– de decorar miles de metros cuadrados de muros y techos, en una avanzadilla de lo que posteriormente sería Versalles. Desafortunadamente, el incendio que arrasó las Tuileries en 1871 tan sólo dejó vestigios de lo que había sido sin duda alguna una enormeproeza artística. Cuando el Rey Sol abandonó el Louvre para residir en Saint- GermainenLaye ydespués enVersalles, el palacioquedomo- mentáneamente sin utilidad, por loque el rey decidió trasladar allí lassedesde lasdistintasacademias (la francesa, ladecien- cias, la de arquitectura, pintura y escultura, entre otras). Las Tuileries sin embargo siguieronquedandodestinadas ahospe- dar al rey cada vez que éste tuvieraque alojarse en la capital. El Louvre se convirtió en un hervidero de actividad artística, un templo de las ciencias, las artes y el buen gusto, donde se celebraban salones organizados por la Academia de pintura y escultura.Con laRevoluciónFrancesa, el Louvrese transformó para ser objeto de espectaculares innovaciones, todas ellas conducentes a la conversión del edificio en un museo donde también los artistas pudieran acudir para conocer e inspirarse en lasgrandesobrasdeartede losmaestros, prácticaéstaque aúnpersiste. ConNapoleón I y descendencia, el museo quedó consagrado exclusivamente a la presentación de las colecciones, expul- sando del recinto a todos los artistas. Fue respetuosamente remodelado siguiendo una estética neoclásica renacentista. Dehecho, entre1852y1870, conel Segundo Imperio, el cono- cido como «Nuevo Louvre» (actual sector Denon) se convierte en un monumento emblemático de «estilo Napoléon III», es 140

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