MARIO SEPULCRE
7 De este modo comparece el austero limón, elemento prácticamente omnipresente en sus lien- zos. Fruta purificadora, presente en múltiples capítulos de la historia sagrada, y que simboliza, para muchas culturas ancestrales, todo el conjunto de bienes que Dios proporciona a la humani- dad, partiendo del momento en que crea un huerto en el Edén donde crece el árbol del conoci- miento, del que comieron el fruto prohibido Adán y Eva, y que se representaba con un limone- ro. La mitología clásica hace referencia al «árbol de las manzanas de oro» como la más valiosa joya del Jardín de las Hespérides, y era también representado bajo la forma de un limonero. El fruto sobre la mesa, simboliza el pecado original. El suntuoso limón atesora en su pulpa la jugosa esencia y no alimenta animadversión alguna para con el filo del cuchillo que lo aprisiona, lo descorteza y lo enferma, porque tan sólo hiere su apariencia, ya que bajo su firme piel agra- viada y afligida, fluye y deja desprender su esencia. Estableciendo símiles con la decadencia del ser humano, sugiere interesantes paralelismos con los que hábilmente juega, configurando un discurso único, limpio y, sobre todo, absolutamente innovador que se estructura en torno a la incesante búsqueda de armonía entre pensamiento y belleza. Luisa Noriega Montiel Directora de LLEI D’ART
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