LIBRO - CATÁLOGO HAITZ DE DIEGO
La obra de Haitz de Diego es, desde mi punto de vista, toda una demostración de buen hacer dentro del tan complejo y siempre abstruso panorama del arte contemporáneo actual. Y lo creo así porque durante mucho tiempo —dema- siado— hemos transigido que los espacios tradicio- nalmente destinados a exposición o venta de obras de arte se hayan ido llenando de burdas banalida- des de escaso valor artístico que a nadie interesan y que no generan ni tan siquiera sensación de vacío, que ya sería algo desde el punto de vista existen- cial. Una injustificada complacencia con un sistema de acceso demasiado laxo, donde todo cabe. Esto no debería ser así. El arte debe simbolizar, representar o encarnar una emoción, porque es el más puro medio de transmisión de aquello que el artista experimenta y que lo perturba (lo que Clive Bell definió como «emoción estética»). En la obra de Haitz de Diego, la emoción ya asoma mucho an- tes incluso de que el espectador cobre conciencia de ello, porque cada lienzo es una revelación con infinitos significados. Más volcado en la expresión que en la representación, ofrece formatos equilibra- dos, armónicos y esmerados, donde lo inanimado es «espiritualizado» a modo de retablo para devotos de la reconstrucción del símbolo, del resurgimiento. Su obra es inquietante, turbadora, abrumadora y muy lírica. Pero, además, la obra de Haitz respira nobleza y verdad en su vertiente más poética. Y si el arte es un constante e irremediable anhelo de perfección y belleza espiritual, Haitz es artífice de esa catarsis. EPÍLOGO Luisa Noriega Montiel
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