LIBRO - CATÁLOGO HAITZ DE DIEGO

THE VISION - Haitz de Diego 10 do al mismo tiempo clara constancia del tiempo en el que fue concebido; de su esencia. La elevada misión del artista es enviar luz a las profundidades del corazón humano —aseveraba Robert Schumann. Y bien es así, porque el artista se sirve del arte para alimentar sus necesidades espirituales. Su creación es espejo de su alma, eco de su voz. Muestra lo que ve y alimenta el to- rrente del conocimiento humano derramando sus experiencias en él. Enseña a ver despacio; a no limitarse a mirar. Todas esas experiencias, muchas veces de ca- rácter místico, misterioso y profundamente reve- lador, hablan de historias vividas que se repiten a lo largo de la vida, y seguirán haciéndolo. Bien es cierto que pisamos sobre las huellas de ante- pasados, y sobre las nuestras, otros vendrán a posarse, porque quedan pocos caminos por an- dar, pero todos pueden ser contados de diferente modo, desde distinta perspectiva. Y eso es lo que aporta valor a una obra de arte: su visión, su cla- rividencia, la originalidad de la perspectiva. El arte ha sido durante largas épocas deshonrado y agraviado; pero no por ello ha dejado de ser la forma de expresión más elevada y audaz con la que hacer «ilusionismo» y mostrar como algo tangible la inexorable intangibilidad del alma. Y son los tiempos más convulsos los mejores cal- dos de cultivo para la búsqueda y la inmersión en las profundas aguas de lo etéreo, donde el artista se escabulle de lo insustancial para calmar su in- saciable sed interior, que es la principal razón de su inquietud y fecundidad creativa. En el universo creativo de Haitz conviven tinie- blas espirituales sobre espacios decadentes y ol- vidados, con destellos de luz. Es su leitmotiv . El oscurecimiento de la atmósfera, el desamparo de los recuerdos, los objetos —fortuita o deliberada- mente— olvidados en torno a los que danzó la vida y que ahora se desvanecen sordamente. El artista recurre a lo sombrío para expresar melan- colía, aflicción o sentimientos devorados por la bruma. Es todo un monumental despliegue sim- bólico dotado de musicalidad propia. Los objetos, al ser así contemplados, se «des- materializan» y transforman en secuencias ar- mónicas, latidos del corazón, impactos visuales o impresiones sensoriales capaces de perdurar en la retina y en la piel de las entrañas a lo largo del tiempo. Imágenes capaces de ser rememora-

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